martes, 1 de febrero de 2011

The White Meadows (Keshtzarhaye Sepid)


Valoración: 6/10

    The white meadows
    En el país de las lágrimas

    La cinematografía iraní siempre ha destacado por hacer un uso exquisito de la metáfora para denunciar la realidad social y política de su país. Los cineastas de Irán son verdaderos poetas de la imagen, aunque sus recursos narrativos se deben más a un estado de necesidad que al capricho artístico. Al igual que Abbas Kiarostami, Bahman Ghobadi o los miembros de la familia Makhmalbaf, Mohammad Rasoulof pertenece a una generación de directores que se han visto forzados a recurrir a la alegoría para camuflar su crítica a unas instituciones que les obligan a trabajar en la más absoluta clandestinidad. Rasoulof tiene además en su haber una filmografía especialmente comprometida con la denuncia que incluso incluye un documental sobre la censura del gobierno de Mahmud Ahmadineyad.

    La historia de The white meadows comienza en medio del mar. Rahmat es un hombre dedicado en cuerpo y alma a recoger las lágrimas de las personas en momentos de duelo. Con su pequeña barca, recorre una y otra vez un archipiélago de islas yermas en las que realiza su pequeño ritual, ya sea en un velatorio o en la despedida de una joven prometida. Para componer estas pequeñas historias Rasoulof se vale de las tradiciones orales, los cuentos persas y otras fuentes que los espectadores extranjeros no terminaremos de captar en toda su profundidad. El resultado es un cuento con el mar como telón de fondo que puede interpretarse de múltiples maneras pero cuyo principal mensaje está más que claro.

    El director expone mediante diferentes metáforas el retrato de una sociedad subyugada por sus supersticiones religiosas, reflejo de un país anclado en una serie de costumbres que solo traen dolor a sus habitantes. El matrimonio concertado o el castigo de la lapidación son algunas de las referencias más evidentes. Del mismo modo, su film es una crítica brutal a un gobierno que asfixia la creatividad e impone el pensamiento único coartando la imaginación, impidiendo que el mar azul se convierta en rojo a los ojos del artista que desea representar su corrupción. Para Rasoulof Irán es un mar de lágrimas, una absurda tierra de horizontes difusos haciéndose pasar por moderna y civilizada con sus hombres trajeados.

    La película debe casi toda su belleza a los espectaculares paisajes naturales en los que ha sido rodada. El director de fotografía Ebrahim Ghafori deja que sea una geografía lunar y casi onírica quien seduzca al espectador, logrando además escenas tan hermosas como la de la barca cercada por el humo de las antorchas que se aleja en el horizonte o tan turbadoras como la del descenso suicida al fondo del pozo del hombre que lleva las peticiones de sus vecinos en tarros de cristal. Acompañado por actores no profesionales -una constante en éste tipo de producciones- Hasan Pourshirazi firma una buena interpretación protagonista. No le hacen falta casi diálogos para darnos a entender que, como el propio Rahmat, muchos iraníes parecen comprender en su silencio todo éste dolor pero son incapaces de rebelarse contra la injusticia.

    The white meadows combina la poesía imaginativa característica del cine de autor iraní con la crudeza metafórica de El caballo de dos patas. Al igual que a gran parte de los trabajos de sus compatriotas, se le puede acusar de ser un film demasiado contemplativo, construido a base de repetitivas imágenes vacías. Pero el trabajo de Mohammad Rasoulof plantea ciertas reflexiones que escapan a la propia película. Uno no puede evitar cuestionarse hasta qué punto éste film no está pensado en exclusiva para emitirse en festivales internacionales con ánimo de palmarés. Pero, sobre todo, cabe preguntarse qué sería del cine en Irán si se concediera a sus autores una libertad de expresión sin trabas. No se puede olvidar bajo ningún concepto lo complicado que resulta sacar adelante propuestas de esta índole en un país en el que ser cineasta equivale a estar siempre en el punto de mira. The white meadows es el más claro ejemplo de hasta qué punto la creatividad del cine iraní está asfixiada por un gobierno de censores.
Keichi

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