Valoración: 4/10
¡Heil Zombies!
Auspiciada desde hace tiempo por todos los medios especializados del fantástico, Dead Snow se había convertido por derecho propio en uno de los estrenos más esperados por el aficionado a la comedia de terror. Vale que el género de los zombies gamberros ya empezaba a estar un poco quemado -a este respecto, mi reseña de Doghouse- pero esta propuesta contenía dos elementos diferenciadores a priori muy interesantes. Por una parte, el origen noruego de la cinta, un país que no se prodiga demasiado en este tipo de producciones. Y en segundo lugar, zombis nazis. Efectivamente: Zombis nazis. ¿Hace falta decir más?
Desgraciadamente, como suele suceder en este tipo de casos, ya podemos decir que lo de Dead Snow ha sido un hype en toda regla. Sabíamos lo que íbamos a ver. No se le pedía demasiado al film de Tommy Wirkola más allá de un argumento sencillo que aprovechara su premisa inicial y dejara aislados a los protagonistas en medio de una montaña nevada en la que comienzan a aparecer zombies vestidos de nazis. Efectivamente, así sucede, aunque la película tarda sus buenos cuarenta minutos en contarnos todo eso.
Efectivamente, Dead Snow tarda una eternidad en arrancar. Hay escenas completamente prescindibles, como la advertencia por parte del desconocido, otra muestra más de la ilógica de un guión que se deja sentir en mil y un momentos. Se entiende que la intención era tanto crear una atmósfera -algo innecesario en una comedia como esta- y retener la aparición de los zombies para que el golpe de efecto fuera mayor, pero la contención se les ha ido completamente de las manos. Cuando empieza el gore el ritmo es todo lo fuerte que debiera y a la traca final de decapitaciones, desmembramientos y sangre no le falta garra, pero llega tarde.
El segundo problema del film son sus personajes. En una comedia de terror el carisma de estos tiene que ser fuerte pero los tópicos a los que recurre esta son insoportables. La mitad de ellos son intrascendentes, meras marionetas destinadas a perecer bajo los zombies. Ninguna objeción al respecto pero si molesta que los guionistas traten de hacer que el aficionado conecte con el gordo de turno y su amigo gafotas, que con sus referencias a Braindead es casi un freak fingido, un mal imitador. Lo que se dice, un gracioso sin gracia. Todo con unos diálogos supuestamente tronchantes que dejan absolutamente frío. Será que es humor nórdico.
Cinematográficamente la película es justita. No hay que olvidar que estamos hablando de un film de bajo presupuesto y eso se nota en el resultado. Ya se adivina en esa primera y anodina escena de cacería nocturna a la que pone música Edvard Grieg. Aunque bien recreados, los soldados enemigos se pasean por la historia con cierta sensación de vacío. Aún sin entrar en el terreno de lo políticamente correcto, podrían haber dado mucho más de si. En cuanto a las interpretaciones de Anne Dahl Top, Jenny Skavlan, Stig Frode Henriksen y Bjørn Sundquist, intérpretes que el director rescata en su mayoría de su anterior película, son todo lo extravagantes, histriónicas y prescindibles que el film requiere.
Aunque haya funcionado en numerosos festivales de género e incluso entre algunos incondicionales a la casquería, Dead Snow se ha revelado como una hábil estrategia publicitaria más que como una cinta con méritos propios. Quizás la prueba más evidente de ese desengaño sea esa constante referencia a la cabaña de Evil Dead, un film que conseguía aunar terror y comedia con exito, algo insólito dentro del género. Wirkola ha buscado imitarla y se ha condenado al fracaso. Los espectadores pagamos el pato hasta que llega un momento en el que nos da completamente igual lo que ocurra con los protagonistas o si los malos son zombies, nazis o bailarinas de ballet. Ni es un exceso de humor negro, ni de terror ni de nada. Aburrida hasta decir basta.
Keichi
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