miércoles, 2 de febrero de 2011

Grace

Valoración: 4/10

No sin mi hija

Dicen que la maternidad es un milagro al que solamente la alquimia de la mujer puede dar sentido. Ese vínculo especial e irrompible entre madre e hijo ha sido abordado por el cine en innumerables ocasiones, muy especialmente por el género del terror. Porque no es oro todo lo que reluce. Aquellos que hayan visto La semilla del diablo de Roman Polanski o la más reciente ¡Está Vivo! saben de sobra que en esa magia puede ocultarse algo malsano, un pretexto del que también se vale el director estadounidense Paul Solet para dar rienda suelta a su primer y polémico largometraje.

Después de varios embarazos frustrados, Madeline está muy cerca de convertirse en madre, un sueño que en ella alcanza cotas de obsesión. Todo se viene abajo cuando pierde a su marido y al bebé en un accidente de tráfico. Profundamente afectada, la mujer decide proseguir con su gestación de forma natural y esperar al parto. Para sorpresa de todos, la niña a la que se daba por muerta vuelve a la vida nada más salir del vientre de su madre. Pero el paso del tiempo evidencia que Grace no es un bebé como los demás…

Rápidamente pasamos del drama y la ironía al terreno de lo siniestro. Y es que, aunque quiera hacernos creer que el suyo es un trabajo profundo, Solet busca ante todo incomodar al espectador. Lo hace a través de metáforas algo burdas y propias del peor videoarte, como esa sangre a la que sustituye la leche de soja o la inenarrable escena en la que la suegra -la familia política tampoco se queda corta- amamanta a su marido. También trata de generar cierta ambigüedad sobre la verdadera naturaleza de la niña y la estabilidad mental de su progenitora con ese pelo que se cae, el olor que despide o las moscas que le rondan.

Desgraciadamente, conjugar terror y drama psicológico sin caer en el exceso ni en el aburrimiento es tarea difícil y Grace no lo consigue. Además, el film acusa en todo momento su origen de cortometraje, aunque sabe dejar al espectador gran parte de las deducciones, como la relación que une a Madeline con su partera. El resultado es una película irregular con tramos muy descompensados, especialmente un desenlace que nos remite necesariamente a la francesa À l'intérieur. Pero si el film de Bustillo-Maury era una oda a los principios del género desprovista de toda pretensión en su brutalidad, este otro crece rodeado de un halo de petulancia insoportable.

Del mismo modo que la historia insiste en la trivialidad de la figura paterna, las actrices son las únicas protagonistas de la historia. Jordan Ladd, Gabrielle Rose y Samantha Ferris consiguen otorgar cierta dignidad a una película que en manos de intérpretes menos dotadas hubiera caído en el más absoluto de los desastres. No se puede negar que, a pesar de contar con un presupuesto limitado, el apartado visual está muy trabajado. El director experimenta con el desenfoque y los planos desde el suelo, dejando patente su artificiosidad en más de una ocasión pero casi siempre de forma elegante. Lo mismo puede decirse de la fotografía de Zoran Popovic o la sutil banda sonora.

Una cosa es innegable: Hay que reconocer que Paul Solet es un director arriesgado. Es algo que se agracede dentro de un cine condenado a repetir los mismos esquemas una y otra vez hasta la saciedad, pero no todo el mundo puede permitirse imitar a David Cronemberg y salir airoso del intento. Así, Grace se pierde en su indefinida lectura indie sobre el misterio de la maternidad para acabar convertida en un producto de segunda, incapaz de ocultar su condición de cine barato, casposo y ávido de sangre. Ya lo dice la protagonista al afirmar que lo que está viendo en la televisión es como una película de terror vegetariana. Y esa tiene que ser, a la fuerza, una mala película.
 Keichi

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