miércoles, 2 de febrero de 2011

Robogeisha

Valoración: 6/10

Memorias de una Geisha

Agárrense los machos, porque vuelven Noboru Iguchi y Yoshihiro Nishimura, dos de los padres de la caspa japonesa por antonomasia, autores de joyitas como The Machine Girl, Tokio Gore Police o la nueva Vampire Girl vs Frankenstein Girl. Si uno tiene querencia por los ojos rasgados, cierto estómago y -mucho- tiempo libre, es bastante recomendable darle una oportunidad a este par de cineastas, necesariamente con una copa bien cargada en la mano. Los que los conocemos ya sabemos lo que vamos a encontrarnos en su nuevo film, una propuesta algo más suavizada con respecto a las mencionadas aunque no por ello menos bizarra.

La historia de RoboGeisha versa sobre las hermanas Kasuga, dos geishas en perpetua competición por ser la mejor profesional de su gremio hasta que ambas son raptadas y adiestradas por una organización que está fabricando un ejército de señoritas de compañía robotizadas. Así, sin despeinarse. Con el paso del tiempo Yoshie empieza a darse cuenta de que está del bando de los malos y trata de redimirse y de paso salvar a su hermana Kikue. Es una pena que el guión se crea que tiene una historia que contarnos porque el exceso de metraje y un culebrón propio del peor dorama convierten a RoboGeisha en una película un tanto aburrida.

El film se muestra más interesado en las escenas de combate que en el gore, una especie de parodia del Tokusatsu, las series televisivas japonesas a lo Power Rangers, pero aún más bochornoso. Hay que verlo para creerlo. Algunas situaciones y diálogos, como la asociación de afectados por la organización criminal, tienen su miga pero la imaginería visual del film lo ocupa prácticamente todo. Hay grandes momentos cutre-visuales como el ataque de las guerreras Tengu que arrojan leche ácida a golpe de ubre o las katanas que salen del sobaco y el trasero de las geishas, shamisen en mano. También aparece por ahí un castillo con brazos y patas que parece extraído de un episodio de Humor Amarillo. ¡Y hasta los edificios sangran! El listado de momentos WTF no tiene límite.

También los efectos CGI -toda esa sangre digital- son baratos hasta decir basta y redefinen la palabra cutre pero hay mucha artesanía en esos otros tradicionales de Tsuyoshi Kazuno y Nishimura, auténticos maestros en la materia. Nunca me cansaré de referenciar el esmero de los japoneses en este campo, intrínsecamente ligado a su historia cinematográfica y que las nuevas tecnologías no han conseguido borrar del todo, como demuestran los casos de cineastas algo más considerados como Takashi Miike (especialmente en Yôkai daisensô) o los últimos coletazos del cine de monstruos japonés.

Fieles a su filosofía, Iguchi y Nishimura siguen empeñados en no utilizar a verdaderas actrices y recurrir a ídolos del soft porn, una elección completamente lógica dentro de su propuesta. Aquí tenemos a una Aya Kiguchi que casi parece que no llegue a la mayoría de edad capitaneando un elenco de serviciales lolitas compuesto por Hitomi Kasebe, Asami, Cay Izumi y Shôko Nakahara. Sus contrapartes masculinas son todos amigos del director, algunos incluso reconocibles para el consumidor enfermo de otras entregas casposas japonesas, gente como Kentarô Shimazu, Takumi Saito o el propio Nishimura haciendo de jefe Yakuza. Han disfrutado como enanos rodando la película.

Supongo que a la hora de valorar esta bufonada mi debilidad por el cine japonés me juega malas pasadas. Lo cierto es que RoboGeisha es una locura a medias que por momentos se hace algo cansina, una nueva pieza del splatter nipón con algunos momentos impagables en su delirio pero no tan redonda como se le suponía. No obstante, cuando quiero suspenderla vuelve a mi memoria aquel inolvidable momento en el que los dos directores salieron a presentarla en la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, vestidos con un taparrabos de sumo y haciendo una extraña danza ritual para deleite del Teatro Principal al completo. Y no puedo.
Keichi

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