miércoles, 2 de febrero de 2011

Dread

Valoración: 6/10

Sin materia de estudio

De la fecunda y macabra imaginación del británico Clive Barker han surgido algunas de las mejores creaciones del terror de las últimas décadas, criaturas que se han paseado con desiguales resultados por el papel, la pantalla, la novela gráfica o el videojuego capitaneadas siempre por la imponente figura del Pinhead de Hellraiser. Podríamos decir que, al igual que la obra de su compatriota Neil Gaiman, el universo de Barker viene definido por una fantasía oscura subyacente en nuestra realidad cotidiana, generalmente poblada por engendros masoquistas, monstruos que reflejan a otros monstruos.

Pero nada de esto encontramos en Dread, nueva adaptación cinematográfica de uno de los relatos de sus populares Libros de sangre. Todo queda en familia, puesto que su director, Anthony DiBlasi, ya ejerció de productor en las predecesoras The Midnight Meat Train (Ryûhei Kitamura) y Book of Blood (John Harrison). Efectivamente, la historia de Dread discurre por derroteros bastante terrenales, abandonando lo sobrenatural para centrarse en tres estudiantes universitarios enfrascados en la realización de un trabajo sobre el terror, un estudio psicológico del miedo. Como suele ocurrir en estos casos, alguien llevará las cosas demasiado lejos.

DiBlasi llega dispuesto a desmentir la creencia general de que pocos relatos de Barker han nacido para ser filmados. Y no lo hace nada mal, sobre todo para tratarse de una opera prima, aunque los resultados sean desiguales. El comienzo del film es pesado, con un guión que prefiere guardar -nunca mejor dicho- toda la carne para el final. En el camino se quedan unas relaciones, traumas e historias personales salpicadas por algún que otro susto alucinatorio. Nada fuera de la habitual tendencia del género pero muy bien resueltas, especialmente la del asesinato de los padres de Quaid, con la cámara siguiendo la trayectoria del hacha.

El problema radica tanto en una contención mal administrada como en el hecho de que la historia no es lo suficientemente densa para sacar de ella una película. Candyman ya abordaba a través del estudio, en aquel caso de las leyendas urbanas, el origen del miedo, extrayendo de ello importantes lecturas. Aquí la idea es mucho más difusa. De hecho, Dread hubiera funcionado mejor en forma de episodio de Masters of Horror (Barker podría haber puesto el nombre), sin necesidad de referencias al torture porn y al gore. Aunque el film consiga revolvernos el estómago con la escena de la chuleta, aún sin haber leído el relato original, uno tiene la impresión de que gran parte de su fuerza narrativa se ha perdido por el camino.

Dejando a un lado el elegante trabajo de fotografía de Sam McCurdy y un montaje acertadamente sobrio, Dread relega la creación de su atmósfera a las interpretaciones de los actores, claves para la buena resolución del film. Por desgracia, las de de esta película no pasan de correctas, no bastando para trasmitir todo el terror que la historia promete. A Jackson Rathbone (otro de los sosainas de Crepúsculo, fichado ahora por M. Night Shyamalan) y Shaun Evans los roles asignados les vienen demasiado grandes, aunque el film sabe compensarlo con el buen hacer de la hermosa Laura Donnelly y su turbador personaje.

En definitiva, el trabajo de Anthony DiBlasi detrás de la cámara es notable pero el material sobre el que trabaja no da para más, por mucho que trate de estirarlo. Resulta imposible obviar que detrás del monólogo meta-terrorífico del film no hay nada nuevo y la tesis del miedo de Dread es mucho menos interesante de lo que pudiera parecer en un primer momento. De hecho, a media película uno echa en falta la aparición de un cenobita cabreado. El resultado es una película justita y un poco aburrida que solamente se deja ver. Puede que la fauna de Razas de noche y Hellraiser haya envejecido escandalosamente mal, pero sigue siendo mucho más divertida que éste descafeinado terror psicológico.
Keichi

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