Valoración: 7/10
Ben Lewin (“El Favor, el reloj y el gran Pescado”) firma
la dirección y el guión de esta producción que seduce a audiencia y crítica
allá por donde pasa, no en vano se alzó con el galardón del público en los
festivales de Sundance (donde también obtuvo el premio al mejor reparto) y en
la 60 Edición del Festival Internacional de San Sebastián donde participó en la
sección “perlas”.
“Las sesiones” nos cuenta la historia de Marc O’Brien, un
hombre que pese a estar condenado a vivir conectado a un pulmón artificial
lucha desde su juventud para tener las mismas oportunidades y éxitos que
cualquiera. Ya adulto y obtenidas todas las metas que se había marcado se
sumerge en un nuevo reto, la redacción de un artículo sobre cómo viven el sexo
las personas discapacitadas, siendo él mismo virgen. Para ello se pondrá en
contacto con otras personas de su condición, y con alguien que le cambiará la
vida, una terapeuta sexual…
De nada serviría el hábil guión de la película que induce
a la sonrisa y empatía sin unas interpretaciones veraces y cercanas al público,
sin unos actores capaces de transmitir emociones universales y regalar
actuaciones que pese a lo dramático de la situación sepan despertar una
completa ternura. Y en el caso de “Las Sesiones” el equipo de actores al
completo está sobresaliente, y por encima de todos ellos, el trío protagonista
borda tres personajes inolvidables.
Por un lado tenemos a John Hawkes (“Winter’s Bone”, “Martha,
Macy, May, Marlene”) como el protagonista, Marc O’Brien, un papel digno de
galardón que aleja a este actor de sus trabajos anteriores donde mostraba un
aterrador lado oscuro para crear ahora un personaje íntimo y cercano que juega
inteligentemente con las emociones de la audiencia utilizando no más que su rostro donde se
centra toda la expresividad que un cuerpo “inerte” le niega. Junto a él una
estupenda Helen Hunt (“Mejor Imposible”, “La maldición del escorpión de Jade”)
dando vida a la terapeuta, que da forma a una de las mejores interpretaciones
de su carrera, valiente, desinhibida, verdadera, sencilla y emotiva, un papel a recordar.
Cerrando el triángulo encontramos a un eterno secundario, William H. Macy (“El
inocente”, “Cerdos Salvajes”), que encarna al sacerdote confidente del
protagonista y nos permite, en sus impagables charlas adentrarnos en la psique,
sueños, pesares y temores de los personajes de una forma natural y llena de
humor.
Una película pequeña, una mirilla a la intimidad no sólo
carnal sino emocional de alguien limitado por los físicos problemas a través
de cuya tierna mirada podremos observar lo que se esconde tras aquellos que le
rodean y poner en entredicho lo que de verdad importa en las humanas
relaciones. Tierna y amable de ver. Interesante.
-Enoch-
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