Más allá del entretenimiento o la expresión artística, el cine se ha revelado desde sus orígenes como una poderosa herramienta para la defensa de los Derechos Humanos. Concebidas como material de denuncia, las películas han tratado de derribar muros que vienen de lejos y han vuelto a cobrar protagonismo en los últimos años, paredes que separan, aíslan y no dejan ver más allá de sus ladrillos. Las proyecciones del Festival de Cine y Derechos Humanos no serán capaces de acabar con las concertinas que ilustran el cartel de esta edición… pero tal vez puedan traspasar otros muros mentales, los de las fronteras invisibles que construyen nuestros propios prejuicios y falta de empatía. Frente a esos toca reivindicar, una vez más, el poder de la imagen en movimiento.
#Placer femenino - Barbara Miller
Deborah escapó del judaísmo ortodoxo bajo amenazas de muerte. Doris sufrió abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica. A la artista japonesa Rokunedashiko la arrestaron por hacer de su vulva una pieza de arte. Leyla se ha convertido en activista contra la mutilación genital femenina. La india Vithika reivindica una sociedad en la que el único motor de las relaciones de pareja sea el amor. Estas cinco mujeres confluyen en este documental sobre una sexualidad femenina reprimida por el patriarcado a lo largo del mundo. Aunque lo cuente con energía, e incluso unas dosis de humor, el trabajo de la directora Barbara Miller es muy consciente de que los testimonios de sus heroínas hablan por sí solos. Y es que el telón de fondo de estas historias puede parecer religioso pero las estructuras de dominación que lo sustentan son producto de un sistema social universal, cuyos orígenes son igual de ancestrales y poderosos. Tratando de resquebrajar esos cimientos, #Placer femenino es también un trabajo excepcional para iniciarse en la revolución de la igualdad sexual que está viviendo nuestro tiempo. Clarividente, militante y luminoso. Sus mujeres enamoran.
La (des)educación de Cameron Post - Desiree Akhavan
Cuando Cameron Post es descubierta en el asiento trasero de un coche con una compañera de clase, su familia decide enviarla a un campamento religioso para que enderecen su orientación sexual. Lo primero que hay que agradecerle a la directora Desiree Akhavan a la hora de contar esta historia es que no haya caído en el maniqueísmo. La denuncia es de guante blanco y la rabia nunca desborda la pantalla, mientras que la sensibilidad del retrato del grupo de adolescentes encabezados por Chloë Grace Moretz logra esquivar las etiquetas del drama indie made in Sundance. Y algo más, porque aunque esté ambientada en los noventa, la película no podía ser más actual. Su coincidencia en salas con un film como Identidad robada o la dantesca noticia de los cursos clandestinos organizados por el obispado de Alcalá de Henares para “curar” la homosexualidad ya nos dice que lo que cuenta no es algo ajeno o propio de otros tiempos. No sorprende que frente a toda esa homofobia e incomprensión, a los protagonistas de esta historia de iniciación al (des)cubrimiento sexual solo les quede salirse del camino marcado hacia un futuro incierto y desconocido. Para caminar libres, al fin y al cabo.
Gracias a Dios - François Ozon
Si el tema de los abusos sexuales de la Iglesia Católica ya es espinoso de por sí, hacer una ficción sobre el mismo es caminar en la cuerda floja. Tal vez por eso François Ozon haya optado por un estilo aséptico a la hora de rodar esta película basada en hechos reales, lejos de cualquier discurso o provocación, sin querer dejar su impronta de cineasta pero midiendo todo al milímetro. Gracias a Dios es tanto una denuncia como un profundo estudio de personajes, que el film encadena formando un tríptico de clases sociales reunidas en una sola voz, diferentes maneras de enfrentarse a los traumas del pasado y sus consecuencias. El mérito lo tienen en gran medida los actores, incontestables Melvin Poupaud, Denis Ménochet y Swann Arlaud, pero el film consigue ir un paso más allá. Si las comparaciones con Spotlight -por forma y fondo- no andan desencaminadas, además de señalar al silencio cómplice de la impunidad, aquí se nos invita también a la reflexión. Habrá quienes digan que esta no parece una película de Ozon pero eso no desmerece la valía de este drama exigente, riguroso, contenido y empático desde la distancia. Y, sí, también necesario.
Welcome to Sodom - Christian Krönes, Florian Weigensamer
Ghana tiene el dudoso honor de albergar el mayor cementerio de basura electrónica del mundo, un lugar bautizado por sus habitantes como Sodoma y Gomorra. El escenario daba para un documental al uso sobre el paradero de nuestros desechos tecnológicos. Sin embargo, esta película discurre por derroteros mucho más insólitos. Con un tratamiento experimental propio del Labo de Clermont-Ferrand, los austriacos Christian Krönes y Florian Weigensamer imponen una visión apocalíptica, hipnótica y por momentos surrealista de la miseria en África. La escuchamos en los testimonios construidos de los habitantes del vertedero, narrados como profecías con perfecta dicción. La propia fotografía de ese Infierno en la tierra es un limbo que se extiende hasta el infinito ocultando cualquier referencia urbana, un mundo cerrado y congelado en el tiempo del que no se puede escapar. El resultado es un documental tan original como perturbador cuyo pulso visual deja en la cabeza toda una colección de imágenes grabadas a fuego, como la pesadilla distorsionada de un videoclip. No hay mejor metáfora para el destino de nuestra basura occidental, reducida a cobre por los demonios de nuestra codicia.
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