- CAPITULO 17 -
JANE
Viajando sumida en un desconcertante limbo. Ya no siento
mi cuerpo, ni siquiera mis ojos responden a las insistentes órdenes de mi
cerebro hacia cada fibra muscular y terminación nerviosa. Tan solo mi piel
percibe con sutileza la fría caricia del viento sobre mi rostro y mi nariz,
impregnada de una heterogénea mezcla de aromas indefinibles, de agua y de
sangre, de bosque y sudor.
Me siento extremadamente exhausta, física y emocionalmente,
sospecho que me encuentro en estado de shock. Después de unos acontecimientos
que me han conducido espantosamente al borde de la locura, no puedo más que
dejarme llevar, por unos brazos que huelen a ámbar y madera, a testosterona
pura inmovilizándome amorosamente hacia un desconocido destino, el cual ni
siquiera me importa.
Sin precisar los segundos, minutos u horas transcurridas,
mi vampiro me acomoda con suavidad en lo que supongo es una cama, al tiempo que
mis células se despiertan poco a poco de su forzoso letargo. Maldita
resurrección que me expone indefensa a un repentino e indescriptible dolor
invadiendo cual incendio cada partícula de mi ser.
Incrédula, escucho la voz de Evan deslizarse en mi
cabeza:
- Pasará Jane, relájate, no luches, no te esfuerces.-
Murmura con un matiz de angustia envolviendo sus palabras, nada tranquilizador.
Un grito desgarrador escala desde mis entrañas rasgando
con zarpas de fuego mi garganta, cuando siento mi magullado cuerpo arder como
una bengala.
Me envuelve la nada, y el martirio cesa completamente.
Parpadeo, y mis pestañas cosquillean mis párpados agradablemente. Escucho
retumbar agitadamente el corazón de Evan en su pecho. Qué extraño…
Me incorporo muy lentamente, temerosa e insegura por el
regreso de una tortura tan absurda como extrema.
Sus gloriosos ojos me observan con seriedad y
detenimiento.
-Por favor dí algo.- Ruego expectante, al tiempo que
sorprendida. Frunzo el ceño por el musical y desconocido timbre que destila mi
voz.
Entreabre la boca dubitativo, como si su respuesta
pudiera desencadenar un caos.
-Jane…- Pronuncia alargando sensiblemente las vocales.
Me incorporo en un súbito salto, buscando el espejo que
confirme la sospecha, entregada con reservas y silencio y, ese palpitar, tan
delatador.
Adornado por un sencillo marco de madera de wengué, el
regalo de mi silueta me paraliza por unos instantes.
Mi desnudez, vestida por una piel perfecta, sin
cicatrices ni magulladuras. Me percibo con un halo de sofisticación que me
recuerda en cierto modo a la belleza exquisita de mi captora. Acerco mi rostro
con curiosidad, la punta de mi nariz roza la limpia textura del cristal,
aguamarina profunda observándome con detenimiento.
Mi gesto imita el gruñido de un felino, descubriendo el
marfil afilado de unos colmillos tan excitantes como aterradores.
La voz profunda de Evan acaricia mis oídos deslizándose
entre la prudente distancia del aire que nos separa.
-Ssshhh...- le interrumpo seductora volviéndome hacia él.
Como siempre entre nosotros sobran las palabras, pasión
contenida color cobalto bañando mi cuerpo hasta humedecerlo completamente.
-Desnúdate- Murmullo con suavidad. Me obedece,
despojándose con elegante diligencia, de un desgastado suéter negro pegado a
sus músculos.
En este preciso instante, el delirante pulso entre la
cordura y el deseo albergado irremediablemente en nuestros cuerpos concluye al
fin.
Tira lenta y suavemente de mi muñeca para acercarme a él.
Me estremezco, cuando la desnuda piel de su torso abraza por fin la mía.
Desliza sus manos por mi espalda ciñéndolas a mis nalgas y levantándome del
suelo. Enredo mis piernas a su cintura sintiéndome vivir uno de los momentos más
eróticos de mi vida.
Sus labios, mojados y provocadores, dispuestos a robarme
la razón, rozan los míos, con caricias abrasadoras, casi delictivas.
Me lleva prisionera de sus brazos contra el colchón
gimiendo con frenesí contra mi boca. Recorre con deleite mis curvas con las
yemas de sus dedos. Hunde su cabeza entre mis pechos, sujetándolos entre sus
palmas y besándolos ardientemente. Succiona un pezón, una y otra vez,
relamiéndolo ahora pausado y luego ferozmente.
Tal placentera sensación se expande como lava por mi
interior, erizando mi piel y empapando mi sexo, palpitando ansioso por su
enérgica invasión.
Se desliza cual felino hacia mis caderas y gruñe como un
depredador contra mis muslos acercándose descaradamente hacia mi centro. Cual
voraz emboscada, me chupa, me muerde y me succiona magistralmente, arrancándome
un orgasmo en menos de 30 segundos, me invade otro y otro más. Mi sexo se
contrae y mi clítoris se hincha y sensibiliza aturdido de tanto placer.
Con dedos temblorosos y tórrida mirada, desabrocho su
pantalón y tomo su implacable erección entre mis manos, enorme y dura, la
aprieto con suavidad, envolviéndola de arriba abajo una y otra vez. Arquea su
espalda rugiendo de placer y presiona su entrepierna contra la entrada que lo
suplica.
Me embiste profundamente, arremetiendo con contundencia
contra mi cuerpo, que lo acoge apasionada entre jadeos.
Se recuesta ágilmente de espaldas al colchón, reclamando
la sedosa voluptuosidad de mis pechos sobre sus sensitivas yemas, mientras lo
cabalgo apasionadamente.
Una corriente eléctrica me recorre desde la cara interna
de mis muslos hasta mi vientre, viene y va, en un juego provocador y
deliciosamente perverso.
Presiento un nuevo éxtasis, acompañado por un insólito
instinto, primario y animal. Siento la sangre de Evan fluir con rapidez por sus
venas. Me mira, con una sonrisa de medio lado cómplice y poderosa, confirmando
sin palabras mi escandaloso deseo.
Alza sus caderas y tomando el relevo en la carrera, me asalta desde abajo.
Ladea su cabeza gustoso y me acerco complaciente a su yugular que beso con mimo
con los labios encarnados. El filo de mis colmillos penetra instintivamente su
garganta, saboreando cual aprendiz, la deliciosa textura llena de matices de la
sangre, tibia, dulce y salada, exótica.
Bebo en inocentes sorbos, mientras mi vampiro sigue haciéndome el amor
impetuosamente. Me separo cuando me sacude un orgasmo que me obliga a gritar,
al tiempo que él hecha la cabeza hacia atrás en una última arremetida que me
llena por completo.
Exhaustos y sonrientes nos echamos uno al lado del otro, fundidos en un amoroso
abrazo. Relamo dos pequeñas gotas carmesí resbalando hacia su nuca y su herida
cicatriza mágicamente ante el contacto.
Mil preguntas bullen en mi cabeza sobre esta inesperada y naciente vida, por
ahora tan solo deseo aferrarlo entre mis brazos y dormirme entre el abrigo de
los suyos.
Mañana,
susurra mi mente en silencio, quizás la eternidad?.
FIN
-Sikeray-