miércoles, 31 de agosto de 2011

Los Puentes de Madison

Valoración 9/10 

¿Qué sucedería si un día descubrieses que los pilares de tu vida se sostenían sobre falsos cimientos? Esto es lo que creen las hijas de Francesca cuando, tras su muerte, descubren su diario secreto.
Corre el año 1965. Francesca es un ama de casa italiana que emigró a Estados Unidos tras casarse con un soldado americano.Hoy es madre de familia, amante esposa y dedicada madre en una granja en Iowa. Mientras su esposo e hijos viajan a una feria en otro estado, ella conoce a un hombre, un fotógrafo del National Geographic, y acaban enamorándose. Durante cuatro días viven un amor intenso y al final de ellos se separan ¿Fin de la historia? No lo creo. Creo que ahí empieza otra que no llega a contarse porque es demasiado cotidiana, demasiado sencilla, como lo es el verdadero amor.

Francesca no buscaba una aventura, nunca había imaginado que un día se entregaría a otro hombre y menos aún a un desconocido. Simplemente miraba por la ventana y veía su pasado, veía su presente y presentía su futuro. Hubiese podido arrancar las hojas del calendario y lo único que habría cambiado sería el clima al otro lado del cristal. No estaba triste, no lo creo. Resignada, más bien. Pero... nunca habéis mirado a través de la ventana y pensado ¿Es que no hay nada más? Es duro madurar, duro el día a día, duro descubrir que te has llenado de obligaciones y responsabilidades que atan cada hora de tu día y te niegan la individualidad, el ser sólo una mujer, tú misma, ni madre, ni hija, ni esposa, ni amiga, ni nada que no seas tú. Es duro descubrir que tus sueños eran sólo eso, sueños, que jamás se harán realidad. Y más triste aún el no poder compartirlos. Francesca vive esperando... nada, dice ella, pero no es verdad.


Siempre esperamos esa chispa que nos arranque de la cotidianidad, que nos de la aventura, la emoción con la que soñamos a través de películas, libros, canciones... cada uno la busca donde puede, pero pocas veces la encontramos. Ella lo hizo.


Se llamaba Robert Kincaid. Era un hombre maduro, un espíritu libre, un desarraigado que se movía de un lado a otro sin lazos ni ataduras. Puede que
fuese eso lo que Francesca amó en él. "Los viejos sueños eran buenos sueños. No se realizaron pero me alegro de haberlos tenido" Puede que Robert fuese uno de esos sueños que llegó a destiempo. Él supo ver la belleza de esa mujer cuyo piel comenzaba a marchitarse y supo que el amor aparecía de repente, en un pueblo cualquiera, un día cualquiera, sin anunciarse y sin grandes manifestaciones... un paseo, unas fotos, unas horas de conversación, el calor, una cena casera, una copa de vino y una mujer que no sabe seducir y no sabe que seduce tal y como es.

El amor con letras mayúsculas, esa gran pasión que Francesca no pensaba ya que existiese, llegó tarde. Al menos para ella. Disfrutaron de su amor cuatro
días,"-No se si voy a poder hacerlo/ -¿El qué? -Intentar concentrar toda mi vida entre hoy y el viernes" sólo unas horas para tenerse, con fecha de caducidad. Y lo más doloroso? En ningún momento dejó de querer a su esposo. No con pasión, no con esa fiereza y esa desesperación que te hace desear fundirte con tu amado para que no pueda dejarte cuando se vaya, pero le amaba, a pesar de todo. Supongo que hay muchas formas de amar y muchos tipos de amor. Cuando Kincaid le pide que se vaya con él, duda, sueña, sufre... y renuncia.

Esto es lo que sus hijas descubren, indignadas, cuando ya su madre no puede explicarles la verdad: Su madre tuvo un amante. Pero ellas leen, ellas recuerdan el amor de su madre a lo largo de sus vidas, los pequeños gestos, el cariño desmedido y gratuito que toda madre regala porque le sobra a manos llenas... y comprenden. Francesca renunció a su amor por amor. Sus hijos, el hombre bueno que le dio un hogar y una familia, acabaron pesando más en la balanza. Su amor fue tan desinteresado e incondicional que no pensó en sí misma. Durante años, durante muchos años, esos cuatro días calentaron su corazón en las largas noches al lado de un hombre que no era el que ella deseaba. Y le amó y le cuidó a pesar de todo. Hubiese podido irse, abandonar a su esposo y a sus hijos, pero siempre habría mirado hacia atrás, ella era así. No creo que fuese infeliz. Tuvo una buena vida y conoció el amor. Cuando ya no lo creía posible, vivió una gran pasión que, como una estrella fugaz, brilló intensa y brevemente y trajo el deseo en su estela. Opino que eso ya es mucho.
 
 - Draselth - 

martes, 23 de agosto de 2011

Husk


Valoración: 5/10

Brett Simmons firma el guión y la dirección del film de terror “Husk”, una nueva y no muy innovadora aportación al ya subgénero fundamentado en “una cuadrilla perdida en mitad de ninguna parte masacrada miembro a miembro”.

En esta ocasión, cinco amigos se hallan de viaje de fin de semana y el ataque de unas aves contra su vehículo los sacará de la carretera junto a un frondoso campo de maíz.
En su búsqueda de ayuda pronto se verán perdidos entre el laberíntico follaje de los interminables campos, descubrirán una misteriosa casa en el centro del maizal… y lo más importante, que no están solos. Unos tétricos espantapájaros cobran vida y están más que dispuestos a robársela a cada uno de los protagonistas para engrosar sus filas.

El reparto de jóvenes actores se compone de Devon Graye, Wes Chatham, C.J. Thomason, Tammin Sursok, y Ben Easter, quienes, pese a no regalar ninguna interpretación memorable ni que vaya a lanzar sus carreras, cumplen su función con un mínimo de credibilidad. El guión, aunque rocambolesco, mantiene el interés del espectador y la factura técnica general, aunque sencilla, es aceptable.

En conclusión, es “Husk” un producto de terror de segunda fila, un slasher con aderezo sobrenatural para pasar el rato que si bien no nos regala una porción de buen cine, sí de entretenimiento y evasión. Pasable.

-Enoch-

lunes, 22 de agosto de 2011

SESION 13


Aislada en esta blanca habitación acolchada
Rígida camisa de fuerza.
No moriré ahí dentro
Sálvamae sonriente Jesús,
Baja de la cruz.

No me preocupa ser odiada y estar perdida
con la luz apagada.
No me digas que te estás restableciendo
con esas estúpidas sesiones freudianas.

Humildemente agacho la cabeza
Hay ratas por todas partes
Alimentándome de pan y agua
no moriré encerrada.

Dirán que tome las píldoras,
Placebos para el cerebro.
Dirán que finjo mi enfermedad.
Dirán que se está alargando demasiado
este estúpido juego.

No me interesa lo que te hayan diagnosticado
No me importa luchar contra el mundo
lleno de psicópatas mendigando
otro litro de sangre, otro gramo de conocimiento
inconsciente que les calme.

No moriré ahí dentro, no adormeceré mis pensamientos,
no alimentaré sus egos.

-N.o.e-

viernes, 19 de agosto de 2011

Evan (II)

CAPITULO ANTERIOR DE "EVAN"

CAPITULO 2

A nuestro alrededor el tiempo se vuelve silencio, no existe nada para mí excepto el desbocado latido de su corazón, y mi codicioso anhelo por tenerla desnuda bajo mi cuerpo, rendida a mi embrujo mientras acoge con frenesí cada una de mis embestidas…

Una palabra martillea insistente en mi cerebro diluyendo bruscamente tan encendida visión... DEBER…
Abro los ojos al tiempo que me separo lentamente de la cárcel de sus labios...
- Será mejor que te lleve al hospital... Marissa te necesita -Ella asiente, con la mirada añorada y la energía de nuestros besos crepitando todavía en el aire...-

Conduzco en silencio avenida abajo hacia el St. Francis, el ceño fruncido y la frustración de mi condena desgarrándome por dentro...

Aparco en la entrada de urgencias y sin siquiera atreverme a mirarla le susurro un “nunca te olvidaré”... Noto su dubitativa mirada clavada en mí... murmura un “gracias por todo” al salir y, renunciando a la idea de permitir que su mente me recuerde mañana, borro todo rastro de mi en su memoria... antes que acabe un -¿volveré a verte?- Arranco a toda prisa alejándome del lugar.. Dejándola meneando la cabeza sin conseguir entender cómo ha llegado allí... La veo desaparecer turbada a por su amiga...

Mis brazos se tensan aferrando el volante hasta enrojecer mis nudillos, la ira corre por mis venas como lava encendiéndome, provocándome, atormentándome... voy a despedazar a ese jodido chupasangre.. Sus alaridos se oirán de aquí al infierno, suplicará su muerte desesperado y no se la voy a dar... no hasta que el recuerdo de Jane haya desaparecido...

Llego a la granja en 15 min., todo un record teniendo en cuenta que está a 45... Pero a alguien que no puede morir, que le importa tener un puto accidente... dios sabe que ya lo he intentado...

Jane, Jane, Jane... ¿pero qué coño me pasa? Mañana seguiré aquí y ella vivirá su vida humana sin saber siquiera que existo...

Cierro de un portazo dirigiéndome furibundo al sótano... encadenado y amordazado, sus ojos sin vida me miran alarmados...
-no tendré piedad de ti- le gruño mientras me acerco lentamente...

Me abandono a mis sentidos permitiendo que por una vez la bestia que hay en mí tome el control, con la macabra esperanza que su dolor mitigue el mío y que quizás mañana me sienta mejor sabiendo que otro de estos monstruos ha desaparecido del mapa... ni siquiera quiero sacarle información.. Tan solo matarlo y, poder así arrancar de mí el recuerdo de sus ojos esmeralda y el dulce sabor de su boca grabado en mi corazón.

Obviamente no es así... Grita como un cerdo cuando las tenazas aprisionan sus colmillos...
 – te gustó su sabor??Te gustó?? -Su boca se llena de sangre... – un lechal aguanta mas estoico que tu, engendro!- Le escupo despectivo.

Le desato... pero aunque pudiera defenderse, el final ya está escrito esta noche... una lucha desigual que acaba con mi bota estrellándose contra su cráneo y su torturado cuerpo golpeando el suelo... Lo miro unos instantes antes de clavarle una daga en el corazón... no soy mejor que él... se consume en un estallido de luz al tiempo que se consume también mi ira... aun sin hallar la paz que esperaba recuperar con su muerte..

Se intuye el púrpura naciendo en el horizonte y un hormigueo recorre mi cuerpo a modo de advertencia.... suspiro... sigo siendo un esclavo... perpetuo siervo de la oscuridad... Si como en las leyendas pudiera ofrecerle mi vida al sol, moriría ahora mismo exponiéndome a él... pero estoy maldito hasta para eso...

Un escalofrió recorre mi cuerpo al recordar el indescriptible dolor de los rayos sobre mi piel, quemándome por dentro como ácido… Una hora soporté la tortura, hasta que la cruda realidad me hizo retroceder hacia las sombras. El sol no puede matarme…un puto vampiro estalla en 10 segundos… pero yo no puedo morir... debería alegrarme?.. Qué ironía…
Me largo del mugriento sitio añorando mi cama...con la mente exhausta y el nombre de Jane escapándose de mis labios en un murmullo.

- “Jane…” -me tiro en la cama sin siquiera desvestirme...-  El sueño me lleva...


- Sikeray -