Valoración: 9/10
François Ozon (“Mi Refugio”, “El tiempo que queda”, “8
Mujeres”…) firma la exitosa película que se alzó con el premio Fipresci del
festival de Toronto 2012, así como con el máximo galardón, la “Concha de Oro” a
la mejor película, del Festival Internacional de Cine de San Sebastián en su 60
Edición, donde igualmente fue premiado su guión.
“En la casa” se centra en la figura de un profesor de literatura
y uno de sus alumnos y la extraña y malsana relación que se establece entre
ellos. Entre las insulsas redacciones que este hastiado maestro corrige
encuentra una de ellas que capta su atención, así como la de su mujer, que le
acompaña en la lectura. El joven escribe magistralmente sus actividades, sus
manipulaciones a aquellos que le rodean para inmiscuirse en sus vidas… pero el
relato se cierra con un “continuará”, un interrogante que atrapa a los adultos
y los hace querer más, avanzar en la historia, descubrir qué hay de realidad y
qué hay de ficción. El joven y su atípica personalidad, por su parte, se lanza,
arrastrándolos con él, a un tobogán desenfrenado de verdad e imaginación.
François Ozon, demuestra su maestría adaptando la obra de
Juan Mayorga, creando una película compleja, plena de ritmo y arte
cinematográfico, que atrapa al espectador del primer al último plano. Esta
fascinación se fundamenta sobre varios pilares de gran calidad. En primer
lugar, un guión retorcido, creativo, ágil y artístico a la par que ácido cuando
debe serlo. Junto a él, una labor interpretativa de todo el elenco de actores
digna de un sobresaliente. Magistral la creación de Fabrice Luchini dando vida
al profesor, no quedando a la zaga Ernst Umhauer como el enigmático adolescente
que hace girar la rueda argumental de la película, dándole a Fabrice digna
réplica. Junto a ellos, una estupendísima Kristin Scott Thomas encarnando a la
esposa del maestro, llena de carácter, y Emmanuelle Seigner, como el objeto de
deseo del joven, enigmática y misteriosa dentro de su aparente “vulgaridad”. El
resto de elementos técnicos, como la fotografía, música o (fantástico) montaje,
completan las fichas de el gran tablero de ajedrez creado por el director,
encajando todas ellas en brutal sincronía, alineándose en perfecta estrategia
para crear una película completa, rica, hipnótica y bella, una pequeña obra
maestra donde todo funciona, donde se reflexiona sobre el arte, sobre el poder
de la palabra escrita, sobre las humanas relaciones, sobre el misterio de lo
más común, sobre la confianza, la moral, el morbo, los deseos, la ética…
innumerables factores, piezas de un todo que no lastra, sino genera una
profundidad digna de elogio por lo inteligente de su narrativa, diálogo y
humor.
Sin duda una de las más destacables producciones de 2012
y, a mi modo de ver, una de las ocasiones en las que el jurado del Festival de
San Sebastián más acertado ha estado rindiéndose a la evidencia de una calidad
cinematográfica que pone a sus pies a público y crítica por igual.
Imprescindible.
-Enoch-
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