Darren Aranofsky es un explorador nato sin miedo a
experimentar. Paseó por terrenos de cine transgresor e innovador en la
excelente “Requiem por un Sueño”, caminó por senderos metafísicos en “La fuente
de la vida” y se adentró en las tenebrosas tinieblas de la mente en la más
reciente “Cisne Negro”… pero esto son sólo tres ejemplos, tres paradas de su
viaje cinematográfico, y ahora explora un sector del celuloide nuevo en su
filmografía, la adaptación de una historia bíblica con “Noé”.
La película respetará la estructura básica de la historia
(aunque luego le dará forma con mil licencias). Un mundo que da la espalda al
Creador, que vive en pecado y que no puede ser redimido sino con la destrucción
masiva y purificación de las mortales aguas. Sólo una familia será salvada, la
de Noé, un devoto al que, en sueños, le será revelada la catástrofe por venir y
al que se le encomendará la misión de crear un arca que salve a los inocentes,
los animales, una pareja de cada especie que habrá de garantizar cuando se
retiren las aguas la perpetuidad de la vida.
Aranofsky le da una forma peculiar a esta historia,
aplicando su esencia a unos escenarios y caracterizaciones no sólo adscritos a
la antigüedad sino fuera de tiempo, donde encontraremos parajes tanto prehistóricos como post apocalípticos
(que traen paisajes de Mad Max a la memoria), objetos y atuendos fuera de
tiempo… Igualmente la utilización de retocadas localizaciones e imposibles
decorados y fotografía de exteriores ubican la acción en una tierra que parece
paraje sacado de un film de auténtica ciencia ficción acontecido en una lejana
galaxia. Sin espacio concreto, sin época definida, se busca un relato atemporal
y universal.
Pese al discurso ético, moral o teológico subyacente tras
el argumento, “Noé” se erige como una fantasía épica, un film de aventuras y
catástrofes que bebe de la acción, el drama y la fantasía. Una mezcla de
géneros bastante eficaz pero que no funciona en todas sus vertientes. El factor
onírico y de pura ciencia ficción es sobresaliente, el dramático brilla, pero
el correspondiente a la batalla con la humanidad y entre ella el villano que se
alza contra Noé, pincha un poco, es demasiado “de manual” y está en demasía
cargado de clichés y tópicos, contrastando negativamente con la originalidad
del resto de la propuesta. En su contra también juega un en exceso alargado
metraje en su tramo final, donde el “epílogo” poco aporta y merma, por su
duración, el buen sabor que deja el climax dramático de la obra.
Dejando a un lado los factores técnicos siempre notables
en los trabajos de este director (fotografía, efectos visuales y de sonido…etc),
si algo es remarcable en esta producción es el gran trabajo de todo su elenco
protagonista. Russel Crowe borda al héroe lleno de matices del film, Logan
Lerman sorprende con su oscura creación del hijo de Noé, Ham, Anthony Hopkings
logra la sonrisa con cada aparición de su Matusalén… pero son las mujeres del
film quienes destacan sobre todo el resto por unas interpretaciones
absolutamente intensas, cargadas de autenticidad y, sobre todo, dramatismo
desgarrado. Emma Watson y Jennifer Connelly, encarnando a la mujer y la “hija
adoptiva” de Noé, respectivamente, sorprenden por la fuerza de sus personajes y
el poderío dramático que despliegan cada vez que aparecen en pantalla
eclipsando a todo el resto (eso sí, la versión doblada destroza varias de sus
mejores escenas, por ello recomendable disfrutar de sus inmensos trabajos en vo).
“Noé” no es el mejor film de su director, lo que no la
transforma en una mala película (es más, estoy seguro de que si hubiera estado
esta misma cinta firmada por otro director las críticas hubieran sido más
positivas), sino de un estilo de cine diferente, donde la fantasía, la épica y
el drama se dan la mano en una aventura de proporciones bíblicas. Espectacular,
entretenida e interesante.
-Enoch-
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