martes, 1 de abril de 2014

Canción de Cuna Para un Cadáver (Hush... Hush, Sweet Charlotte – Robert Aldrich)



Año: 1964

Duración:133 min.
País:Estados Unidos
Director: Robert Aldrich
Guión: Lukas Heller & Henry Farrell
Música: Frank DeVol
Fotografía: Joseph Biroc
Reparto:  Bette Davis, Olivia de Havilland, Joseph Cotten, Agnes Moorehead, Cecil Kellaway, Victor Buono, Mary Astor, George Kennedy, William Campbell, William Marshall & Bruce Dern.

Valoración: 9/10
Una tragedia del pasado aún susurra por los vacíos corredores de una antigua mansión sureña. Pasillos y salones que un día cobijaron a una familia unida son ahora recorridos sólo por el melancólico caminar de su actual propietaria, Charlotte, y donde se escucharon risas ahora sólo resuenan los lamentos de esta dama aferrada al pasado, a los recuerdos de unos tiempos mejores vividos entre esos muros ahora cárcel a la que se aferra. Pero el futuro clama su espacio y el Estado intenta expulsar a la anciana de su amado caserón para la construir en su lugar una autopista, profanando así la tumba de sus recuerdos, el lugar donde vivió y murió su único amor, víctima de un misterioso crímen. Charlotte, en absoluto dispuesta a dar su brazo a torcer y perder su propiedad, solicitará la ayuda de su prima y de un viejo amigo. La paz de su retiro en soledad se ha quebrado y los fantasmas mismos parecen removerse en sus tumbas…



Robert Aldrich, el que fuera director de una obra a la que esta que nos ocupa en gran medida recuerda, “¿Qué fue de Baby Jane?”, repite con una fórmula similar, y donde por ello podía haber fracasado estrepitosamente, brilla. Mantiene las atmósferas opresivas, los personajes pendientes de un frágil y finísimo hilo de cordura, el latente lado oscuro de la mente humana, y un duelo interpretativo femenino de altura. No en vano esta tenebrosa nana que es “Hush Hush, Sweet Charlotte” tuvo el reconocimiento de siete nominaciones a los Oscar de 1964 además de otros galardones de la industria.

Pero si algo seduce y convence en esta gran película son unos ojos, la mirada que se esconde tras los visillos raídos de esa mansión cárcel de locura. Bette Davis borda un nuevo papel inolvidable encarnando a Charlotte y regalándonos un recital interpretativo con un trabajo tan lleno de matices como sólo ella es capaz de crear. Esos ojos, capaces de la mayor de las ternuras, se endurecen y se pierden más allá de la realidad, más allá de la cordura. Esa mirada viaja, desde la dulce sonrisa, a la más dolorosa desolación, a la rabia, al abismo de la locura. La gran Davis lo borda, impresiona e hipnotiza erigiéndose como la reina de esta producción, flanqueada por otras interpretaciones femeninas de alto nivel, como la que regala Olivia de Havilland, lejos de la candidez a la que acostumbraba, y una peculiar Agnes Moorehead.

“Canción de Cuna para un Cadáver” arriesga también por la amalgama de géneros de los que bebe su brillante guión y su puesta en escena. Partimos del melodrama para sumergirnos en un inquietante thriller de misterio que se adentra tanto en las tinieblas que flirtea con el cine de terror. Tanto cambio de registro no confunde al espectador, mas al contrario, lo va atrapando poco a poco en sus redes y prepara su ánimo para deslumbrarlo con un magistral abanico de sorpresas. De hecho, en esta peculiar y un tanto injustamente olvidada película, descubriremos más de un recurso, giro y herramienta, a los que copia, referencia u homenajea el cine más cercano a nuestros tiempos, muchas cosas que nos han sorprendido de más de una película reciente la hallaremos en esta historia tan hábilmente contada y descubriremos que fue ella, allá por 1964, quien innovó.

Desde aquí os recomendamos que os embarquéis en el viaje cinematográfico que propone Aldrich en este clásico, que os dejéis envolver por sus oscuras galas subrayadas por su estética decadente enmarcada en el blanco y negro de la época, que os susurre sus secretos, os trate de engañar con sus misterios plenos de medias verdades y medias mentiras, que os haga cuestionaros lo incuestionable con sus veladas y terribles insinuaciones… Desde aquí os invitamos a caer rendidos ante una dirección de actores espectacular, una factura técnica impecable y, sobre todo, ante la mirada más imperecedera del cine, la de una Bette Davis en estado puro. Imprescindible.

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