La madre de Leon Leigh fallece, y deja en herencia a
su hijo, coleccionista de antigüedades con el que mucho tiempo hace que perdió
el contacto, su hogar. La llegada del heredero al hogar de su madre está lleno
de sorpresas, pues lo hallará transformado en un verdadero y barroco santuario
dedicado al culto y devoción a los ángeles. Infinitas figuras y misteriosos
objetos le acompañarán en su andadura por los recuerdos, y poco a poco, la casa
parece querer comunicarse con él, y la maternal figura parece susurrar desde el
más allá…
Rodrigo Gudiño escribe y dirige esta peculiar
película, un cuento gótico de más atmósfera que historia, de ritmo lento,
pausado, onírico, fantasmagórico, agonizante y susurrante. Aaron Poole da vida a
Leon Lieigh, el heredero, casi el único personaje en todo el metraje, llevando
el actor con soltura (pero sin grandes artificios) todo el peso de la película,
sólo acompañado por una Vanessa Redgrave encarnando el recuerdo, el fantasma de
esa madre muerta.
Si algo bueno tiene el film es lo trabajado de su
puesta en escena, su ambientación, que resulta sobrecargada, amenazante y
peligrosa en su quietud. Pero la calidad de esta atmósfera sumada al correcto
trabajo actoral no es suficiente para paliar lo que la película tiene en
contra, como son un abanico de incógnitas sin resolver demasiado grande
(sugiere todo, pero no responde nada) y un ritmo que de puro sosiego llama al
bostezo. Parece tener una buena idea de fondo, y consigue seducir la retina,
pero no obtiene atención ni consigue entretenimiento o terror alguno. Fallida.
Enoch
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