En el futuro la Tierra está sufriendo un paulatino
proceso de desertización, sobreviviendo los humanos en ciudades fortaleza donde
conviven con robots que han desarrollado para ayudarles en su día a día. Estas inteligencias
artificiales tienen dos protocolos básicos, no pueden hacer daño alguno a un
ser vivo y no pueden repararse a sí misma. Pero toda norma está hecha para ser
rota y será un investigador de seguros quien, detectadas unas anomalías, se
meta de lleno en una aventura peligrosa tratando de discernir si los robots son
víctimas de un sabotaje o acaso de la evolución.
Gabe Ibáñez (Hierro) dirige esta cinta de ciencia ficción
protagonizada y producida por Antonio Banderas presentada en dos de los
principales festivales nacionales, Sitges y San Sebastián, donde la crítica no
ha tenido piedad con ella.
La virtud principal de “Autómata” es su diseño de
producción. La ambientación del futuro post apocalíptico donde tecnología y
humanidad se agolpan en núcleos urbanos decadentes está muy lograda, así como
los robots en sí mismos con un justo equilibrio entre expresividad y frialdad.
Incluso podríamos salvar su planteamiento argumental inicial, pues, en honor a
la verdad, la película arranca realmente bien, el problema es que, en su avance,
toma la senda hacia el desastre.
El principal problema de “Autómata” reside en cómo, una
vez avanzado su metraje, gira su tono y planteamiento hacia un discurso
metafísico que choca con lo anterior y que, con su concatenación de frases
hechas y manidas, y su “filosofía de mercadillo”, destroza y lleva a un status
que roza el ridículo lo que podía haber sido una buena película de ciencia
ficción y acción. A mi entender, la aportación de Antonio Banderas al papel
principal tampoco ayuda, pues se siente en horas bajas y no transmite la
intensidad necesaria. Otros puntos flacos, sin movernos del aspecto
interpretativo son la inclusión de una Melanie Griffith (más aspectualmente
artificial que las artificiales inteligencias mostradas en pantalla) y el nulo
aprovechamiento de un rostro conocido como Dylan McDermott como contrapunto al
personaje de Banderas.
En conclusión, una película visualmente poderosa que,
pecando de pretenciosa, alarga su metraje innecesariamente desmontando los
méritos conseguidos. Un film que va de más a menos y que deja la rabiosa
sensación de poder haber sido grande y quedarse en totalmente olvidable. Una
pena.
Enoch
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