La criatura creada por el doctor Frankenstein, siglos después de volver a la vida, de ascender de los abismos de la muerte a la inmortalidad, continúa caminando por la tierra. Pero su existencia más allá de las humanas leyes no es tan solitaria como él puede creer, pues otras criaturas sobrenaturales habitan la tierra, y su camino no tardará en cruzarse. Gárgolas y demonios miden sus fuerzas en una guerra milenaria, en la que, la aparición del renacido de entre los muertos, puede ser la llave y arma definitiva.
Stuart Beattie (lo recordaremos por la floja "Mañana cuando la guerra empiece") firma la dirección de este film basado en una novela gráfica de Kevin Grevioux y protagonizado por Aaron Eckhart como la criatura de Frankenstein y Bill Nighy y Miranda Otto (encarnando a los mandatarios de demonios y gárgolas respectivamente).
El aspecto más notable de esta producción es sin duda el visual. La historia se cubre de principio a fin de cuidados atuendos góticos. Vestuario, decorados, localizaciones reales y digitales... todo es de una gran belleza oscura que termina de destacar en las transformaciones y batallas entre luz y oscuridad.
Por su parte, el guión, si bien resulta descabellado, cumple su función de agilidad y divertimento para entretener al espectador sin esfuerzo mental alguno. Por el contrario, quizás el dibujo de personajes sea lo más difuso de esta obra, eliminando toda empatía e implicación del público frente a lo narrado. ¿Culpa del guión?¿Culpa de los actores? Un poco de las dos partes, a mi entender.
Su publicidad ligaba esta producción a la saga Underworld, y no sin razón, pues su planteamiento es sumamente paralelo y comparable (e incluso repite algún actor). En una la batalla eterna enfrentaba a licántropos y vampiros, aquí tienen gárgolas y demonios, el puente entre ambas razas en "Underworld" era un híbrido extraño, aquí una criatura con tanta luz como oscuridad, vida y muerte, en su interior. "Yo, Frankenstein" trae a la memoria incluso a otro título de fantasía que reunió criaturas míticas del terror como fue "Van Helsing", por la historia tratada y cómo la cuenta.
En conclusión, bebe de fuentes más que conocidas asentadas en mitos clásicos readaptados a tiempos modernos y eternas batallas sobrenaturales ocultas al ojo humano, está técnicamente muy trabajada y es una oscura delicia estética a la retina del espectador, pero tanto la historia que cuenta, como los personajes que la pueblan, son bastante flojos. No obstante, y pese a que la crítica la ha destrozado, la salvo de la quema por su buen trabajo visual y por cumplir la función más básica del cine, la lúdica, pues entretiene de principio a fin.
Enoch
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