miércoles, 2 de febrero de 2011

Paranormal Activity

Valoración: 8/10

Terror made in Youtube

Han pasado más de diez años desde que El proyecto de la bruja de Blair (algunos revindicarán aquí a Holocausto Caníbal) abriera la veda del falso documental transmutado en película de terror para grandes masas. En cualquier caso, el trabajo de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez consiguió dar vida a todo un subgénero en el que podemos enmarcar films como REC o El diario de los muertos de Romero y que entronca directamente con la moda de la cámara en mano que han adoptado muchos otros cineastas ajenos al fantástico. Paranormal Activity es una clara heredera de aquella película.

Para un aficionado al cine de terror es todo un privilegio poder entrar a valorar un largometraje que ha suscitado tanta polémica como este, al que incluso se ha llegado a tachar de viral de Internet reconvertido en bluff cinematográfico. Es solo una de las poco amables calificaciones que ha recibido la opera prima del joven realizador de origen israelí Oren Peli a la par que reventaba las taquillas de Estados Unidos y unos pocos -Steven Spielberg a la caza de nuevos talentos entre ellos- se posicionaban a favor de su terror grabado.

El film se presupone la grabación real del día a día de una pareja de lo más anodina. Por fortuna, ahí está el terror para animar un poco la cosa. Ella (Katie Featherston) parece atraer los fenómenos paranormales mientras que él (Micah Sloat) se muestra escéptico pero también curioso ante los mismos. Pero a pesar de su montaje en clave documental y de recreación de hechos reales -casi parece que vayamos a escuchar la voz de Iker Jiménez-, Paranormal Activity es ante todo una historia de terror al uso. Y es que si se ha pretendido en algún momento dotar de carga dramática a la relación de la pareja el barco se hunde por todas partes.

Aquí resulta difícil discernir dónde comienza la profesionalidad y termina lo amateur. Es una consecuencia más del terror grabado, heredero directo del auge de Youtube que tanta influencia promete tener en el cine independiente (o no tanto) que nos llegará en las próximas décadas. Sin alardes técnicos ni efectos especiales, con el único plano de la cámara enfocando el dormitorio nocturno, la película consigue poner en alerta al espectador a la espera del siguiente golpe. Esta es la misma esencia del género, cristalizada en escenas como esa en la que la protagonista es arrastrada por el suelo, las sesiones de sonambulismo o el escalofriante momento en el que la fotografía aparece en el ático, momentos de pánico en medio de lo cotidiano.

Evidentemente, el género del docu-terror tiene sus contraindicaciones y Paranormal Activity no es una excepción. Durante la primera hora la película peca de una excesiva cotidianeidad, necesaria para introducir al espectador en el juego y generar una inquietud in crescendo. Hay que sobreponerse al aburrimiento y otorgarle un voto de credibilidad, un defecto de formato más que de rodaje al que tampoco ayuda la elección de dos actores protagonistas muy justos ni momentos como el de la ouija o la bochornosa entrada en escena del investigador. De todos modos, cuando otros géneros como el slasher llevan abusando de los mismos mecanismos desde los años setenta sin demasiados reparos no se puede criticar el golpe de efecto final, tramposo pero brillante en su ejecución.

Con algo de suerte y muy pocos medios, Oren Peli se las ha ingeniado para facturar un experimento acorde a los tiempos que corren. Se le pueden achacar muchos defectos más allá del terreno cinematográfico. Para muchos solo será un truco malo y barato, un denigrante fake fagocitado por los grandes estudios para la plebe de multicine. Tienen cierta razón pero si hay que valorar positivamente esta película es por las sensaciones que genera. Olvidémonos por un momento de las fuentes inspiradoras del proyecto, de mecanismos de género, trampas de imagen e hiperrealismo. Ante todo, el cine de terror debe hacer honor a su nombre invocando en nosotros al miedo. Y a buena fe que Paranormal Activity lo consigue. O al menos en mi caso.
Keichi

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