Valoración: 10/10
Vivir y morir en Nanjing
El 13 de diciembre de 1937 el Ejército Imperial Japonés entró en la ciudad de Nanjing, en aquel entonces capital de la Republica China. Durante seis interminables semanas las tropas japonesas arrasaron con todo lo que encontraron a su paso protagonizando asesinatos, violaciones, torturas y otros terribles acontecimientos que han marcado a fuego la memoria histórica del pueblo chino pero que hasta la fecha no habían sido representados en toda su crudeza en una película. Han tenido que pasar más de cincuenta años para que el director Lu Chuan se haya atrevido con éste tema tan delicado en forma de una superproducción bélica como pocas se han visto.
Sobre “City of life and death” pesa en todo momento la alargada sombra de La lista de Schindler. La película comienza a lo grande, con la invasión de la ciudad amurallada en una escena frenética rodada con cámara al hombro seguida de un espectacular tiroteo que casi podríamos calificar de épico si no fuera por su realismo (una vez más, ahí está el Spielberg de Salvar al soldado Ryan). Son veinte minutos que quitan el aliento y que a través de las anotaciones y fotografías del diario de John Rabe dejan paso a los diversos dramas de los protagonistas. Algunos son personajes reales, como el citado Rabe -el director Florian Gallenberger acaba de dedicarle una película biográfica- mientras que otros representan a los anónimos supervivientes de la masacre. Incluso seguimos las desventuras del alucinado soldado Kadokawa desde el punto de vista del invasor sobrepasado por los acontecimientos.
“City of life and death” es una película apabullante. Podríamos extendernos hasta el infinito parándonos a hablar de la increíble factura técnica y sonora del film, su maravillosa fotografía ensombrecida, la cámara lenta deteniendo a la muerte en el tiempo, las escenas rodadas en gran angular con cientos de extras en pantalla o la hermosísima banda sonora de Liu Tong en la que violín, piano y celo se funden con el taiko y otros instrumentos tradicionales japoneses. No lo haremos: Basta ver la película para apreciarla en toda su grandeza. ¡Qué gusto por el detalle, aunque sea el patetismo de los vencedores! Espectacular es poco. Lo mismo puede decirse del reparto coral, compuesto por un nutrido elenco de actores (destacan Fan Wei, Hideo Nakaizumi, Liu Ye y el occidental John Paisley), todos ellos a un nivel excepcional. Uno no sabe con quién quedarse.
El guión de la película sabe lo que tiene que hacer para alistarse en un bando neutral. Aunque la historia retrata a la resistencia de Nanjing como verdaderos héroes, City of life and death no busca la propaganda política sino la denuncia antibelicista. Es un film que consigue impactar sin tener que incidir en la sangre o la crueldad de los sucesos gracias a un soberbio blanco y negro que aísla al espectador de la violencia. El conjunto es un verdadero retrato del infierno en la tierra que pone los pelos de punta. Resulta curiosísimo que en su país de origen el trabajo de Lu Chuan haya generado tanta controversia -amenazas de muerte al director incluidas- mientras que en Japón la hayan galardonado sin mayores problemas en el Festival de Tokio, porque lo cierto es que la película no quiere entrar en la polémica del revisionismo histórico. Sin ir más lejos, no hay nada de ritual en suicidio de Kadokawa, ni deshonor ni arrepentimiento, tan solo una liberación frente a una repugnancia insuperable. Parece que todavía quedan muchas heridas sin cicatrizar entre los dos países.
A pesar de sus evidentes referencias filmográficas y su excesiva duración, City of life and death es una incontestable obra maestra del cine bélico pero sobre todo un honesto retrato de la condición humana en tiempos de guerra. Ha tenido que ser San Sebastián la que allane su camino en Europa después de pasar sin pena ni gloria por Cannes y Venecia. La película de Lu Chuan es un film tan poético como despiadado, una verdadera crónica de la brutalidad que deshumaniza al soldado hasta relegarlo a sus instintos más primarios. En la ciudad de Nanjing morir es más sencillo que vivir pero City of life and death nos sitúa siempre detrás de ese telón que nos permite ver el horror desde la comodidad de la distancia. El diente de león al viento impulsado por las risas del niño cierra el mensaje de un film para el que, aún en la batalla, la dignidad de la supervivencia termina imponiéndose al poder de las balas. Unos siguen adelante y otros se quedan en el camino, pero la vida siempre continúa hacia el futuro.
Keichi
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