Get Low
Epitafio para un ruiseñor
Aaron Schneider es uno de esos jóvenes valores de la industria cinematográfica norteamericana en imparable ascenso. Después de curtirse en el mundo de las series de televisión y ganar un Oscar al mejor cortometraje por Two Soldiers Schneider se estrena como director poniendo bajo su batuta nada más y nada menos que al excelso Robert Duvall, un lujo que muy pocos directores primerizos pueden permitirse. Podríamos resumir su bautizo como una película sencilla sobre ese momento al final de nuestras vidas en el que todos nosotros sentimos la necesidad de saldar cuentas con los errores del pasado.
Get Low reconstruye sobre la base real de una conocida leyenda americana la historia de Felix Bush, un excéntrico ermitaño de Tennessee que quiso organizar su funeral en vida. En esta película Felix lleva treinta años aislado del resto del mundo en su cabaña del bosque, con su perro y su mula como única compañía. Un buen día decidirá bajar a la civilización para organizar un entierro en el que pueda escuchar las opiniones de sus convecinos sobre su persona antes de expirar. Tras la negativa del párroco del pueblo el anciano encontrará la solución en Frank Quinn, un avispado empleado de pompas fúnebres dispuesto a hacer el agosto con el evento y salir al paso de la depresión económica que asola al país.
Robert Duvall es el incuestionable alma máter del film. El espectador no puede sino rendirse ante la magistral interpretación de uno de los grandes actores vivos del cine moderno, un trabajo que está por encima de calificaciones. Frente a nuestros ojos circula toda una vida dedicada a la gran pantalla en la esplendida gloria de su ocaso. A pesar de las arrugas y la permanente barba, los ojos de Duvall siguen siendo igual de azules y honestos que en aquella primera aparición en Matar a un ruiseñor, una obra maestra del séptimo arte que nos remonta a la misma época y entorno que los de esta película. Su trabajo huele a Oscar. Junto a Duvall tenemos a un Bill Murray que nunca decepciona. Es un valor seguro cuando se trata de comedia. Se echan de menos más apariciones del prometedor Lucas Black y los curtidos Sissy Spacek y Bill Cobbs.
La gran pega de la película es sin duda su guión. Get Low comienza de forma eficiente, dando rienda suelta a su vertiente cómica con el regreso del protagonista a una civilización que no comprende del todo, acompañado en todo momento por un divertidísimo Murray. Desgraciadamente, pasado el ecuador del film llega el momento de adentrarse en el drama y entonces nos encontramos con que Get Low no tiene gran cosa que contarnos. Uno se pregunta por qué diablos el argumento se empeñada en desmitificar las leyenda de su protagonista hasta transformarlo en un personaje completamente transparente, sin dimensiones. En ese sentido, Get Low va de más a menos, un pecado capital en una producción de estas características. Estamos deseando saber más acerca del pasado de Felix, de los rumores que durante todos esos años de ausencia ha ido generando, pero al final la película decide zanjar el funeral de un ser enterrado en vida con una revelación seguida de un discurso humanista sin demasiada chicha.
Aunque la dirección de Aaron Schneider es completamente funcional, sin ningún tipo de descubrimiento más allá de los formalismos clásicos, si que hay que alabar la cuidadísima fotografía del film y su ambientación. Habiendo trabajado como director de fotografía en producciones como El inolvidable Simon Birch o Titanic Schneider cede el testigo a su colega David Boyd, quién consigue dar a la película una extraña luminosidad otoñal de lo más nostálgica. La América rural de los años treinta aparece representada con un gusto más cinematográfico que documental pero a la vez alejado del tópico de la fotografía en sepia. Tampoco pasa desapercibida la música del polaco Jan A.P. Kaczmarek a la que se suman los indispensables sonidos del Country americano.
No se puede negar que Aaron Schneider apunta buenas maneras pero da la impresión de que ha querido contenerse de tal manera en la realización de su ópera prima que su película no termina de levantar el vuelo de tan correcta. A los espectadores nos queda una insuperable sensación de cuento a medias, de potencial desaprovechado. Hay ideas, historia y personajes, pero por culpa del poco desarrollado guión de Chris Provenzano y C.Gaby Mitchell y de la dirección impersonal de Schneider Get Low se queda en una película olvidable que solo se salva del desastre gracias al carisma de Robert Duvall. Su fábula sureña no muestra en ningún momento más pretensiones que las que busca y precisamente por eso está a medio camino de ningún sitio.
Keichi
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