Un matrimonio con dos dos hijos, aún niños, se romperá de
una forma muy poco amistosa. El padre se verá privado de la custodia de sus
retoños y decidirá tomarse la justicia por su mano, llevárselos y vivir como
siempre había querido, apartado de la urbe, en comunión con la naturaleza. Para
ello habrá de pasar numerosas penurias y aprender a moverse en la
clandestinidad y el secreto con dos niños que pronto serán adolescentes con
inquietudes propias, ocultándose de una madre que no cesa en la búsqueda de su familia
perdida.
Cédric Kahn (“Pasión y Remordimiento”, “Una Vida Mejor”…etc)
dirige esta película que consiguió el favor del jurado en la 62 edición del
Festival Internacional de Cine de San Sebastián donde se alzó con una Mención Especial.
Dicho galardón le fue concedido por su tratamiento de
esas formas de vida sencillas, austeras… donde los hombres viven como iguales,
donde todo se comparte y el dinero no tiene valor, donde animales y naturaleza
son compañeros de rutina y parte imprescindible de la supervivencia. Realmente,
ese factor es el más destacable de este melodrama, que si bien no reviste gran
originalidad, sí sabe despertar interés en esta área de su temática, alzándolo
por encima de la media frente a otros de igual estilo.
Al igual que las formas de vida que muestra, el film se
muestra sencillo, sin grandes artificios formales, y, pese a desarrollarse en
espacios naturales en su mayor parte, no explota la belleza paisajística para
no distraer la retina del espectador de lo realmente importante él, las
personas. Las interpretaciones son correctas sin llegar a brillar ni transmitir
del todo el desgarro y dolor tras la historia que esconde un guión bien
estructurado, que entretiene e interesa aunque no apasione.
Un film de agradable visionado pero que deja una cierta
sensación de que podría haber sido mucho más intenso y calar más en la emoción
y memoria cinematográfica.
Enoch
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