Oscuros acontecimientos sacudirán la tranquila existencia
de un joven, la sospecha sobre sus seres queridos y sus posibles engaños así
como fenómenos inexplicables que se apoderan de su hogar y parecen seguirle
dondequiera que va. Paralelamente, el joven, trabajará sobre documentos de
archivo de principios del siglo, entre los que descubrirá que el que ahora es
su hogar fue marco de trágicos acontecimientos, un cruento crimen cuya sangrienta
sombra parece extenderse hasta el presente.
Ivan Kavanagh dirige y escribe esta producción de terror de
origen irlandés que sabe hábilmente jugar con ficción y realidad, con la
continua y razonable duda sobre la naturaleza de lo narrado, si pertenece a lo
sobrenatural, paranormal o espiritual, o si los fantasmas no son más que los
demonios de una mente desquiciada.
Que un film de estas características funcione depende
mucho de la labor del actor que encarne al eje en torno al cual giran los
acontecimientos. En este caso, se trata de Rupert Evans (Hellboy, Ágora, etc.)
que realiza un loable trabajo aportando credibilidad y angustia a la historia. A
su favor juega también su buena labor a la hora de transformar lugares de la
rutina de los protagonistas, como el hogar, unos baños públicos o el canal
junto al que caminan cada día, en escenarios de pesadilla.
Pero un peso pesado lastra la integridad de la película,
y es la sensación de “ya visto”. Las referencias a otros films de género son infinitas
y no como homenajeo guiño, sino que son utilizadas en momentos de teórico impacto
y supuesta sorpresa o tensión. Muchos recursos no sólo son identificables con
lo ya utilizados en otros films de terror de éxito sino que resultan ya manidos
y restan tanto emoción como originalidad al film transformándolo en algo
previsible y falto de personalidad.
El trabajo de Ivan Kavanagh apunta maneras, pero de momento el resultado
es fallido. Prescindible.
Enoch
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