La familia Reynolds es un dechado de virtudes y la
estampa misma de la felicidad, estabilidad y éxito personal. Pero la fortaleza
de aquello que han construido se tambaleará cuando una estudiante de intercambio
llegue a sus vidas. Una vez instalada en su hogar y asistiendo a las clases de música
del cabeza de familia, arte que a ambos apasiona, nacerá el deseo prohibido y
todas las confianzas serán traicionadas resquebrajando todos los emocionales
lazos familiares.
Jake Doremus, el director responsable de éxitos como “Like
Crazy” (Como Locos) orquesta esta danza de emociones, donde son más importantes
los silencios y miradas que las propias palabras. Donde aquello que no ocurre,
pero se piensa, se desea, se obsesiona, es más dañino y ponzoñoso que el acto
en sí mismo. Doremus realiza una sobria e inteligente radiografía sobre las
relaciones en personas de mediana edad, sobre lo frágil de aquello que damos
por sentado y sentimos como seguro, sobre el poder y el peligro del deseo.
Guy Pearce (Memento) encarna al virtuoso músico, padre de
familia, que sin buscarlo ni quererlo, queda atrapado en anhelos prohibidos.
Felicity Jones (The Invisible Woman) da vida a la joven estudiante detonante de
todo conflicto. Ambos (aderezados por una estupenda galería de secundarios)
realizan unas brillantes interpretaciones que son la espina dorsal del film,
dotándolas de un amplio abanico de matices y detalle.
Pero es un tercer intérprete el que termina de hacer que
todo funcione, y es Dustin O’Halloran, no un actor, sino el compositor de una
banda sonora omnipresente, potente y narrativa de emociones. Él pondrá notas en
cada empañada mirada de los amantes, sustituirá las palabras por musicales
cadencias y contará al espectador perceptivo aún más que el propio guión.
Es con todo esto, una película más sugerente que
explícita, más reflexiva que morbosa, con lo que no resulta un film fácil ni
para todos los públicos, e incluso a tramos, se le puede acusar de huraña en
sus concesiones. Pero a la vez sí resulta un film inteligente y, como las
melodías que lo pueblan, sabe acunar con suave entretenimiento al espectador
durante su agradable metraje. Interesante.
Enoch
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