Una mujer yace, herida y
sangrante, sobre el frío pavimento de un callejón olvidado. Un hombre, camino a
su hogar se erige como buen samaritano al hallarla y le ofrece su ayuda
llevándola incluso a su casa y cuidando de ella. En mutua compañía, la conversación
fluye, y la mujer narrará al desconocido su propia historia, el viaje de toda
una vida, desde su despertar hasta la pérdida de la consciencia y su encuentro
con el frío pavimento del callejón donde fue hallada por aquel que se tornará
oyente de su tortuosa existencia.
Durante el primer volumen
seremos testigos del encuentro entre estos dos extraños, del establecimiento de
su vínculo de confianza y el comienzo de la narración, donde ella expondrá y
debatirá con su interlocutor sus vivencias. El viaje vital de la protagonista
se fundamentará, como es de esperar, en su evolución sexual, desde el despertar
del deseo al proceso de maduración mediante la experimentación, el
enamoramiento, el capricho, el juego… un proceso que en la primera entrega se
narra con una sonrisa traviesa de fondo.
Si algo brilla con luz
propia en estas dos películas que son una es la interpretación de todos y cada
uno de los actores, sin duda la gran virtud de Von Trier, además de hacer
correr ríos de tinta en su favor y en su contra, es sacar lo mejor de aquellos
que trabajan ante su cámara. Charlotte Gainsbourg vuelve a destilar verdad en
cada plano en su papel protagonista, Stellan Skarsgard da una réplica
estupenda, e incluso Shia LaBeouf está inesperadamente correcto en su
contribución, al igual que la larga e ilustre galería de secundarios.
Un trabajo altamente
arriesgado, interesante y entretenido (las horas de metraje vuelan con su
visionado), una película entre el thriller y el más desgarrado que no lacrimógeno
drama, una obra erótica sin sensualidad alguna, donde el sexo no tiene otra
función que la excusa narrativa y simbólica, no el erotismo en sí mismo. No
está entre las obras cumbre de su director, pero es muy disfrutable y demuestra
que sigue en plena forma dispuesto a seguir sorprendiéndonos como pocos saben,
además de mantener encendida la suculenta hoguera del siempre agradable debate
cinéfilo.
-Enoch-
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