miércoles, 7 de septiembre de 2011

Aileen: Life & Death of a Serial Killer

Valoración: 8/10

Aunque su historial queda muy lejos de las atrocidades cometidas por Dahmer, Gacy o Ted Bundy, Aileen Carol Wuornos ha pasado a los archivos como la primera asesina en serie de la historia de Estados Unidos. El afamado documentalista Nick Broomfield diseccionó en 1992 su procesamiento y posterior condena con The Selling of a Serial Killer. Aquel trabajo denunciaba ferozmente el oportunismo de gran parte del entorno de Wuornos, incluido su propio abogado, que aprovechó para lucrarse a su costa. Diez años después Broomfield y su colaboradora Joan Churchill volvieron a enfocar a una Aileen en los prolegómenos de su ejecución.

Como esa carretera perdida oscurecida por una música inquietante que abre el film, la premisa morbosa del documental es una mera fachada. En efecto, Life & Death of a Serial Killer es el retrato de una vida llena de abusos y desamparo, una mirada incómoda a la marginalidad de la que tantas veces surge el horror y el crimen. El caso de Aileen no fue una excepción. Pero más allá del retrato que componen las imágenes de archivo y cosecha propia o las entrevistas a familiares y amigos de la infancia, Broomfield no renuncia en absoluto a su habitual denuncia. Su documental es, ante todo, un alegato no solo contra la pena de muerte, sino contra un sistema punitivo completamente desquiciado e incluso surrealista.

La cámara intrusa de Broomfield nos ofrece unas impagables filmaciones en el seno mismo de las instituciones judiciales y penitenciarias detrás de las cuales se intuye no solo osadía, sino una verdadera relación de amistad entre el director y su entrevistada. La personalidad de Aileen es toda una incógnita, una asesina divertida y ocurrente que lo mismo se opone a sus propios testigos que pierde los papeles y se transmuta en una demente paranoica de mirada asesina o confiesa sus temores frente a la cámara, reflexiones en ocasiones muy lúcidas para alguien que parece caminar en el filo de la locura. Después de contemplarla uno entiende que la interpretación que le valió el Oscar a Charlize Theron por Monster iba mucho más allá de la mera caracterización.

Las preguntas sin respuestas de este excelente trabajo son una imposición reflexiva que va más allá de la culpabilidad o la inocencia, como esa terrible confesión de la asesina reconociendo que obró en defensa propia pero que no puede aguantar más su estancia en el corredor de la muerte, tan lejos de la anécdota sensacionalista de los medios de comunicación. No deja de ser ejemplar como Broomfield, en esa última declaración a ese circo de cámaras y micrófonos, se incluye dentro de esa misma hipocresía, interesada de uno u otro modo en crear sus propias leyendas negras. Ese dedo acusador deja claro que, aunque un asesino siempre sea un asesino, a veces nosotros también somos responsables.

-Keichi-

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