Valoración: 8/10
Con permiso de Argentina, quizás sea Méjico el país que más está revolucionando el panorama cinematográfico latinoamericano con su incipiente industria. Diego Luna es uno de sus actores más destacados e internacionales. Mucho ha evolucionado el protagonista de "El Búfalo de la noche" desde sus inicios en el mundo de la telenovela hasta convertirse en un productor y creativo que lo mismo se lanza al documental que dirige un serie de animación. Ahora se alía en la producción con John Malkovich y su compañero Gael García Bernal, con el que formó un dúo inolvidable en Y tu mamá también, para dirigir su primer largometraje de ficción.
El guión de la película, escrito por Augusto Mendoza y el propio Diego Luna, nos presenta a Abel, un niño de nueve años internado en un centro de salud mental aparentemente aquejado de algún tipo de autismo. Su madre decide reunirlo durante unos días con sus hermanos en casa, un hogar precario y sin la presencia de una figura paterna. Sin previo aviso, Abel decide suplir esa ausencia asumiendo él mismo el papel de cabeza da familia, con tronchantes resultados para todos hasta que su verdadero progenitor regresa del extranjero. El conflicto está servido.
La historia de Abel es bien sencilla, un minimalismo que ya hemos podido ver en otras producciones mejicanas como Lake Tahoe. Al igual que sucedía en aquel trabajo de Fernando Eimbcke, los protagonistas abordan a través del realismo mágico el tema de la comunicación familiar, al identidad y la pérdida desde el punto de vista del niño, al que la cámara se adapta en todo momento. Cuando Abel asume el papel de padre y su familia le sigue el juego, la interpretación va mucho más allá de jugar a ser adulto. Es toda una reconstrucción de las relaciones que parte de cero. De hecho, dice mucho que el niño sea mucho más creíble en su rol que ese otro padre inmaduro e irresponsable.
Diego Luna ha hecho una estupenda labor de dirección de actores, empezando por los hermanos en la ficción y la realidad Christopher y Gerardo Ruiz-Esparza, siguiendo con una habitual de los seriales infantiles televisivos como Geraldine Galván y terminando con los veteranos Carlos Aragon y la maravillosa pareja formada por Karina Gidi y José María Yazpik, aunque evidentemente el pequeño protagonista se llevan la palma por la apabullante e inquietante credibilidad de su interpretación. A destacar también la fotografía detallista y desenfocada de Patrick Murguía, uno de los talentos emergentes del cine mexicano.
Aunque el desenlace del film trata de generar una tensión que borre la sonrisa del espectador, la película no podía ser tan cruel con sus protagonistas y se permite incluso un epílogo para demostrar que con el tiempo todo se arregla. Así, este segundo trabajo de Diego Luna es al fin y al cabo una historia pequeña, modesta y entrañable que no oculta su condición de drama pero lo maquilla con un humor teñido de surrealismo que algunos críticos de Cannes han identificado con los trabajos de Michel Gondry y Wes Anderson. A Diego Luna le queda mucho terreno por explorar -y mejorar- pero lo que vamos descubriendo de su mano convence.
- Keichi -
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