Valoración: 8/10
Michel Hazanavicius dirige esta atípica y cuidadísima producción de cine mudo y ausente de color. Una propuesta arriesgada que le abrió las puertas del festival de Cannes, donde su protagonista, Jean Dujardin recogió el galardón al mejor actor (uno de los primeros de la larga lista de premios que habría de coleccionar), tras ello, al Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde recibió con una aplastante votación, el premio del público… y de allí al estrellato y a arrasar en cualquier entrega de premios en cualquier rincón del globo, festivales, asociaciones, crítica… todos se han doblegado ante la melancolía y el encanto de “The Artist”.
La película nos ubica a finales de los años veinte en Hollywood. Allí encontraremos a George Valentín, un actor de cine mudo en la cúspide de su carrera, adorado y adulado por doquier. Pero una sombra amenaza eclipsar el brillo de este triunfador, y es la llegada del cine sonoro donde teme caer en el más estrepitoso fracaso. Por otra parte, encontraremos a Peppy Miller, una aspirante a actriz que con todo su esfuerzo consigue hacerse un hueco como secundaria en las producciones aún mudas de George, a su sombra… pero el destino es burlón y quizás la llegada del sonido a sus vidas cinematográficas intercambie sus lugares en el estrellato del celuloide…
“The Artist” representa la recreación de una época cuidada al detalle. No sólo el blanco y negro o el silencio en los labios de los actores nos llevan a un creíble pasado, sino también su impecable vestuario, dirección artística, maquillaje y peluquería, la ambientación musical… cada aspecto técnico está mimado hasta el más mínimo ápice, y eso, en los resultados, se nota, y mucho. Y en este océano de perfección técnica nadan sus dos intérpretes principales, Jean Dujardin y Bérénice Bejo, que bordan unas interpretaciones conmovedoras, en estado de gracia, que marcan sin duda un antes y un después en sus respectivas carreras. Junto a ellos un amplio abanico de secundarios de calidad que enmarcan a esta pareja que el espectador no olvidará fácilmente a la salida de las salas de cine, ni a ellos, ni a la sonrisa que lograron generar, duradera, en sus rostros.
Un homenaje a la memoria del cine, a la melancolía de otros tiempos, de otras formas de vivir y hacer el séptimo arte. Filmada desde la nostalgia, pero también desde la sonrisa. Una película amable, elegante, innovadora en sus retrógradas formas y sobre todo, un ejemplo y referente de calidad. Sin duda, un nuevo clásico.
-Enoch-
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